Zengetsu, un maestro chino de la dinastía T´ang,
redactó las siguientes exhortaciones para sus discípulos:
Vivir en el mundo sin apegarse al polvo del mundo:
ese es el camino de todo verdadero estudiante de zen.
Cuando presencies las buenas acciones de otro,
anímate a seguir su ejemplo. Cuando te hablen
de su mala conducta, prométete no emularlo.
Aunque estando solo en una habitación oscura,
compórtate como si estuvieras ante un noble huésped.
Exterioriza tus sentimientos, pero no seas
más expresivo que tu propia naturaleza.
La pobreza es tu tesoro. No la cambies nunca
por una vida más fácil.
Una persona puede parecer un loco y sin embargo
no serlo. Tal vez solo esté guardando su sabiduría
con esmero.
Toda virtud es fruto de la autodisciplina.
No cae sin más del cielo como la lluvia o la nieve.
La modestia es la base de todas las virtudes.
Deja que tus vecinos te conozcan antes de darte
a conocer tú a ellos.
Un noble corazón jamás se fuerza a sí mismo.
Sus palabras son como raras gemas, pocas veces
exhibidas y de un valor inestimable.
Para un estudiante sincero, cualquier día
es un día de suerte. El tiempo pasa,
pero él nunca queda rezagado. Ni la gloria
ni la vergüenza lo inmutan.
Censúrate a ti mismo, nunca alos demás.
No discutas lo que es correcto o lo que está
equivocado.
Algunas cosas, aunque verdaderas, se tuvieron
como falsas durante generaciones enteras.
Puesto que el valor de la honradez se reconoce
con el paso de los siglos, no hay por qué
anhelar una estima inmediata.
Vive con una causa y deja los resultados
a la gran ley del universo. Pasa los días
en tranquila contemplación.
(Carne de zen. Huesos de Zen. Antología de historias
antiguas del budismo zen, Madrid: Edaf, 2000.)
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